7.12.10

24.11.10

Son la pequeñas luces las que alumbran las grandes penumbras.
Era tarde, el viento silvaba pero yo no podía sentirlo, un
cristal de un metro por un metro, aprisionaba mi incapacidad de
contracción visual y experimental, el sonido de los sapos en el
prado de allí al frente; era dimituta frente aquella inmensidad,
todo y completamente nada sucedía en aquella quietud, mis sueños
divagaban por la mente de un extraño, que pensaba en una chica en
el mundo de aquel lado, eran sueños líquidos,y fluían por cada
una de sus vertebras; creía que lo esperaba en algún columpio
de la ciudad, en el va y ven de los recuerdos fúnebres cargados siempre
de ansiedad; mientras la persiana ubicada frente al cristal divide
el equilibrio del oxígeno y el CO2, él allí junto al sol y yo
aquí bajo la luna.
Me creía de verdad, creía que el viento era real, que mis dientes
se veían cuando parecía que sonreía, que el sonido lo escuchaba yo
y no se lo quedaban mis oidos, que la imagen se invertía detrás
de mi retina, era cierto, todo era cierto en la eternidad de
aquel instante, para él y ella que solo en el reflejo sus imágenes
aparecían, que el aire era frío y el tiempo no existía.