19.8.12

La solución de los olvidos

Hola compañero:
Debo decir entre no muchas palabras, como un mundo infinito de peripecias anacrónicas recreadas teatralmente en mi cabeza, de-construyen tu imagen y tu presencia en la cercanía del aire circundante, tu ausencia es ahora la constante al lado derecho de mis pesadillas, el dolor. El dolor dentro de su imperfección se adherió tanto a mi ser que ya no molesta ni hace cosquillas que antes desgarraban tanto el alma.
No quiero entretenerte más entre recuerdos y sustancias bellamente olorosas que solo reminiscencias del pasado lejano traen. Que vicio tan insano el de recorrer uno a uno con tus dedos y tus labios el fantasma de mi cuerpo y de mi alma por los escasos recovecos de tus aposentos, esos que mis ojos tanto anhelaban compartir en las largas noches, que extrañaban siempre tu presencia.
Siento despedirme, pero es hora. Hora de que los suicidios se recuerden y los recuerdos se suiciden, pues son ellos lo silentes que tan ulcerada tienen tu cabeza y roido tu corazón. No podemos permitir el juego de  las malas reglas, no podemos consentir que el tiempo se carcoma la vida, que tan pasajera es.
Bienvenido entonces compañero, a la solución de los olvidos, al abandono de lo amado. El tiempo ha terminado. Es ahora ó nunca, lo matas ó te mata, sé tolerante, juega limpio y sonríe cuando los acaecimientos lo permitan o lo necesiten; termina el juego, las lágrimas con sabor a recuerdos putrefactos. Eres libre compañero, de reconocer felicidad en labios ajenos, en una que otro alma perdida, en otra miedosa, en otra chica de cabellos largos y miedos inconclusos.
No blasfemo del amor que te profeso, pero su intensidad no disminuida ha sido trasladada al lugar de la memoria que guarda los más bellos recuerdos de vidas pasadas.
Adiós compañero.

Atentamente,

El gato de las siete vidas.